Nuestra historia está marcada por hitos que son resaltados de diferente manera de acuerdo a la varilla ideológica con la cual se mide. Sabemos que la “Historia Oficial”, aquella que nació con Bartolomé Mitre y que fue delineada por las clases dominantes, es decir, nuestra oligarquía vernácula, admiradora del librecambio y de una Argentina productora de alimentos para el mundo, destaca los hechos que configuraron el país victorioso con su perfil liberal-conservador sometido a los mandamientos de las potencias hegemónicas, sumiendo en el oscurantismo y la maldición al país “incivilizado” y “bárbaro” que se oponía a su humillación. La descripción de esos hechos siempre tuvo como objetivo armar un marco sobre el cual construir la Argentina de la generación de los “ilustres” maestros del librecambio.
Es por ello que festejamos al 2 de septiembre como el Día de la Industria desde 1941. Esta fecha fue elegida por ser el día en el que se constituyó el primer cargamento de exportación de productos manufacturados. Una serie de tejidos y harina que, desde Santiago del Estero, zarpó desde el Riachuelo hacia el Brasil, fletados por el entonces obispo fray Francisco de Vitoria.
Es decir, se festeja como una fecha nacional, un evento producido durante la época del Virreinato del Perú, cuando comenzaba en nuestras tierras la colonización y el despojo español. Pero más allá de eso, resulta ser que el embarque contenía no sólo las mercaderías de exportación, sino también llevaba ocultos varios kilos de barras de plata del Potosí, cuya comercialización estaba prohibida. Al parecer, el obispo obtenía cierto rédito adicional al mero hecho de comercializar productos manufacturados. La implantación de esta fecha, ni siquiera configura una representación de las políticas españolas sobre el papel de las Colonias respecto a la Metrópoli. Ya que ésta tenía bien en claro que las Colonias deberían ser productores de alimentos y materias primas, prohibiéndosele cualquier transformación o fabricación que pudiera competir con los productos manufacturados de la propia Metrópoli.
Es mucho más tarde que aparecen las ideas industrialistas como parte de un plan de desarrollo autónomo e independiente. Con la comprensión cabal de que un país con enormes cantidades de recursos naturales debe estar comprometido con la transformación de sus productos si no desea depender del mundo que lo rodea. Ya en los albores de nuestra Patria, comienzan a delinearse estas ideas en los grupos más revolucionarios, encabezados por Mariano Moreno, Bernardo Monteagudo, Juan José Castelli y Manuel Belgrano. Éste último desarrolla una serie de ideas innovadoras para su época y proponía subvencionar las artesanías e industrias locales mediante “un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de los frutos” porque “la importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de la nación”. Es decir que propugnaba un proteccionismo que permita desarrollar productos manufacturados en el país, defendiéndolo de la importación extranjera. Remarca que “todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas”.
Sin embargo, la miopía y los intereses personales de la oligarquía porteña no permitirán que esta línea prospere. Mariano Moreno muere en alta mar, envenenado. Belgrano es apartado y cuestionado por su campaña al Paraguay. Luego muere pobre y abandonado. Monteagudo muere asesinado en el Perú. Mientras tanto, el poder de Buenos Aires se agranda. Bernardino Rivadavia será el símbolo de la otra “ruta”. Del otro camino. El de la entrega, la sumisión, el librecambio liberal.
La revisión de las fechas y los nombres instalados en nuestra Historia, merced a la implantación de un relato que explica el desarrollo de un país basado en los principios liberales del librecambio y de las élites dominantes, es fundamental para poder entender de dónde venimos para saber hacia dónde vamos.
Martín Scalabrini Ortiz
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