Una mirada desde el Pensamiento Nacional a los problemas nacionales.

"Verás que todo es mentira,verás que nada es amor,que al mundo nada le importa...¡Yira!... ¡Yira!...Aunque te quiebre la vida,aunque te muerda un dolor,no esperes nunca una ayuda,ni una mano, ni un favor" (Enrique Santos Discépolo)

viernes, 19 de abril de 2013

Manifestación opositora 18A: Una reflexión

El día de ayer se realizaron en distintos puntos del país numerosas manifestaciones con consignas que tradicionalmente utilizan las elites liberales para su programa político: Decencia, Libertad, República, Ciudadanía, Seguridad, Miedo.
Debo dejar en claro que respeto profundamente las motivaciones que llevaron a muchos a marchar el día de ayer, dado que muchas de ellas son legítimas. El mismo respeto que desde este espacio se genera con cualquier posición o discusión en torno a cualquier tema de interés nacional. 
Sin embargo, es claro que fueron atizadas, mediante la preparación del clima adecuado, por aquellos sectores que se relacionan con la ambición desmedida de acumulación de riqueza, que no dudarían en establecer políticas reaccionarias en perjuicio de las mayorías populares.
Ese fue el tinte clásico de estos sectores, lo es y lo seguirá siendo. No es la primera, ni será la última vez.
Incluso las consignas quedaron remarcadas en la voz de variados referentes políticos de "amplio" espectro que se sumaron al ruido de las cacerolas. Los improperios fascistoides, las gritos desaforados y las expresiones desubicadas, quedaron de esa manera cubiertos por un discurso más accesible y lavado. Estos sectores no pueden mostrar abiertamente sus intenciones. Si lo hacen, no los seguiría nadie.
Estoy seguro que aún con índices de corrupción cercanos a cero, si un Gobierno se atreviera a llevar adelante medidas como la estatización integral de los ferrocarriles, la nacionalización del Comercio Exterior, la regulación estatal del sector financiero, el avance estatal en el sector petrolero y energético, etc, encontrarían la manera de generar el clima adecuado para volver a repetir manifestaciones como la de ayer, más o menos con el mismo perfil. Estarán indefectiblemente en contra de cualquier medida de tinte popular.
Son muchas las críticas que se merece este Gobierno, muchas de las cuales se han realizado en este humilde espacio y se seguirán realizando, pero no entiendo porqué razón táctica o estratégica es necesario coincidir con muchos actores políticos y económicos que no le han hecho nada bien al país.


Martín Scalabrini Ortiz

domingo, 31 de marzo de 2013

Política partidaria

Mis publicaciones no suelen transitar la primera persona del singular, tratando de continuar con aquel concepto de "saber que soy uno cualquiera que sabe que es uno cualquiera". Sin embargo, por esta vez, dado el interés de algunos compañeros de militancia que preguntan, trataré de explicar en qué lugar estoy posicionado en el contexto político actual y de qué manera llegué hasta aquí.
Antes que nada, soy peronista, vale aclarar. De familia, digamos. Me afilié al PJ un 17 de junio de 1988. El mismo día que cumplí 18 años. Fue sólo un acercamiento burocrático. Digamos que para asentar mi identidad social.
De allí en más mis expresiones políticas no pasaron más allá del voto. No quería involucrarme en la política partidaria. Me ilusioné con Menem en el 89. La desilusión vino el mismo 9 de julio de aquel año con el nombramiento del mismísimo Miguel Ángel Roig, vicepresidente ejecutivo de Bunge & Born, al frente de la cartera de Economía. Un representante de una corporación enemiga del Pueblo pasaba a dirigir las finanzas públicas. Me acuerdo los comentarios de mi viejo. No lo podía creer. Justamente Bunge & Born tantas veces mencionada por don Raúl (una de ellas en un artículo "Bunge y Born tiene su propia manera de entender la libertad", Revista Qué Nro.136, Junio 1957. En este artículo explica porqué se liquidó al IAPI.) Ya sabíamos entonces a dónde iban a ir a parar la Junta Nacional de Granos y de Carnes, como mínimo. Lo que vino después fue mucho peor de lo que pensábamos.
La década del noventa fue un dolor profundo. Junto con muchos argentinos vimos como se destruía lo construido durante tantos años. Lo que no habían completado los militares, lo hacía el menemismo. Se vendió hasta lo que no había. La deuda externa subía a niveles extraordinarios dejando al país en la dependencia absoluta y en lugar de la revolución productiva sólo hubo destrucción industrial. La desocupación alcanzó ribetes astronómicos. En 1991 había ingresado en la CNEA (Comisión Nacinonal de Energía Atómica) siendo uno de los pocos afortunados becarios. Obtuve el título de Ingeniero Químico en marzo de 1995, cuando la desocupación comenzaba a apretar. Cambié a la actividad privada para buscar un nuevo ámbito. Como ingeniero tenía que producir.
El 2001 me agarró como a muchos. Con bronca, con preguntas, con cuestionamientos. Un año después de que mi viejo se fuera de este mundo. Hubiera querido hacerle a él muchas preguntas. En 2002 me acerqué al Centro Cultural Enrique Santos Discépolo en donde conocí a uno de mis grandes maestros: Norberto Galasso. Su obra histórica es indispensable. Su biografía de don Raúl es excelente, como excelentes eran sus charlas en aquella época. Humilde, accesible, abierto, fue la inspiración para hacer algunas otras cosas. La más importante fue la aparición de la Revista Industrializar Argentina en 2003 con Francisco Grasso como Director Honorario, ex decano de la Facultad de Ingeniería e industrialista y los amigos-compañeros Rubén Fabrizio, Luis Aronoff, Eduardo López, Rubén Milman y Elías Esquef, con quienes seguimos compartiendo esa experiencia, digamos, periodística. Ese es y seguirá siendo mi lugar de expresión.
Mientras tanto, realizamos variadas actividades. En 2007 invité a Norberto Galasso, Pino Solanas y Elido Veschi a la presentación del libro "Historia de los Ferrocarriles Argentinos" en la Facultad de Ingeniería. Allí conocí a Pino y a Élido. Poco después Pino se lanza a la candidatura a la presidencia. En 2009 volví a invitar a Pino y también a Alcira Argumedo y a Elido Veschi, a un homenaje en el Cementerio de la Recoleta un lluvioso 30 de mayo. Ya en plena campaña electoral. Participé también de un homenaje en la CGT donde estuvo Galasso, Piumato, que en aquel momento era candidato a diputado por el Frente para la Victoria. Además conocí y participé de otro Homenaje en el Cementerio un 14 de febrero de ese mismo año con la gente de Consenso Bicentenario que lidera Osvaldo Cuesta y que fueron los principales responsables de que el 2009 se declarara "Año Homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz en el 50 aniversario de su muerte". Era una forma de reconocer a aquellos que durante muchos años rescataran la memoria de mi abuelo, a pesar expresar posiciones distintas en el contexto político de ese momento.
En el 2010 me acerqué a Proyecto Sur y pedí la afiliación. Consideraba que era el espacio adecuado para expresar posiciones discutidas muy poco hasta ese momento. Mis principales intereses eran los hidrocarburos y los ferrocarriles. Me integré a la Comisión de Industria del Instituto de Proyectos de Proyecto Sur coordinada por Lito Fernández, a quien conocí en ese momento. Ese no fue un año muy productivo. Acercamos algunos estudios que tenían que ver con el planteo de proyectos en el área de hidrocarburos, ferrocarriles y siderurgia. En realidad, los proyectos lógicamente se redactaban en otra parte, pero al menos nos sentíamos con cierta participación.
En 2011, un día antes de que se cerraran la presentación de las listas de candidatos para las elecciones nacionales y en el marco de división con el FAP, recibo una llamada por teléfono para proponer mi participación. Del otro lado estaba Daniel Marcos, a quien conocía de antes. La decisión me costó. Involucrarme en un partido político no estaba entre mis alternativas. Sin embargo, consideré que debía haber una voz que expresara ciertas posiciones y que hiciera presión para lograr medidas emancipatorias, reconociendo aciertos y destacando desvíos u errores en el derrotero del oficialismo.
Supimos de antemano que era una patriada, porque las posibilidades de pasar las PASO eran escasas. Conocí a gente valiosísima como Patricia Walsh, Diana Kordon, Cacho Bidonde (a Félix Herrero lo conocía de antes) y a una militancia invalorable que hizo mucho para que el resultado no fuera lo que fue.
Comencé a involucrarme y a conocer las internas del Partido, tratando de rescatar lo positivo. Fue difícil. De cualquier manera, nunca tuve participación en mesas de decisión, salvo una Mesa Ampliada que se formó luego de las elecciones del 2011, de la que participé de dos o tres reuniones. No sé qué quedó de ella.
En noviembre del año pasado, decidí renunciar a las dos Comisiones en las que participaba, la de Ciencia y Tecnología como coordinador y la de Industria como miembro, en solidaridad con el Movimiento Emancipador que se había considerado expulsado de la Mesa Federal, con quienes mantengo contacto fluido. Hubo cruces fuertes que lamenté, habiendo salido en algunos medios con versiones "retocadas". Mantuve un perfil bajo en ese entonces para no "echar más leña al fuego" con un Partido que lucha honestamente y con pocos recursos por altos ideales.
Mis principales diferencias no tienen que ver con lo programático, por supuesto, sino con lo táctico. Con el posicionamiento frente a la realidad cotidiana en la que hay que salir a hablarle al micrófono y a algunos sectores específicos. Sobre todo a aquellos expresados en el llamado 8N y del que ya me expresé aquí. Esa lógica llevó al acercamiento con Lilita Carrió, a quien considero destructiva dentro de la política argentina. Sus posiciones frente a la corrupción son loables, pero frente a propuestas concretas de tinte popular, aunque muchas veces insuficientes, su oposición antikirchnerista irreductible no le permitió reconocer ningún tipo de avance.
La expresión del 8N es el programa de la centro derecha. Si bien fue una manifestación medianamente heterogénea, no tengo ningún interés en representar a aquellos sectores que mayoritariamente sintieron ese día como una expresión "anti-K", en contra del Gobierno (hay mucho para discutir acá, lo sé). No soy anti-K.
Por otra parte, para intentar complementar ese espacio "anti-K" con temas medioambientales, se lanzaron campañas en contra de la Energía Nuclear y de la explotación No Convencional, que adolecen de fuertes debilidades argumentales. Es por ello que mi posición en la Comisión de Industria se veía un tanto incómoda.
Hay mucho para discutir y debatir frente a estas cuestiones. Y siempre lo haré con todos los militantes y simpatizantes bienintencionados que encontré a lo largo de esta experiencia, como los compañeros que conocí de visita en Resistencia, en Corrientes, en Paraná, en Comodoro Rivadavia, en Trenque Lauquen (Chivilcoy, Bragado), en Moreno, en Vicente López, en San Martín, en la Capital, en Lomas, en Luján y muchos más que me debo estar olvidando. Todos ellos me tienen a disposición para cualquier aporte, por pequeño que sea, que consideren que puedo realizar en pos de una Patria libre, justa y soberana.
Espero no haber aburrido a más de uno con esta "sanata" egocéntrica que aborrezco. Mis disculpas por ello.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La importancia de los sectores estratégicos en el desarrollo nacional

Escrito para diarioinedito.com

La intervención del Estado en los sectores estratégicos de nuestra economía es crecientemente aceptada en un contexto de crisis del capitalismo mundial. Los quiebres y las continuidades del período post-convertibilidad.



Raúl Scalabrini Ortiz decía que quien controle la energía, el transporte y el intercambio interno y externo puede dominar el destino de una Nación. De esta manera, uno de los fundadores de FORJA, definía los sectores estratégicos para el desarrollo nacional.
Durante la década del noventa, nuestro país experimentó la profundización del modelo rentístico-financiero implantado a sangre y fuego durante la Dictadura Militar, que suplantó al vigente hasta ese momento de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).
El eje de ese nuevo modelo fueron las políticas del Consenso de Washington: desregulación del mercado, privatizaciones de las empresas de servicios públicos, apertura del comercio exterior. Sus consecuencias, ya conocidas, fueron la desindustrialización del tejido productivo, la concentración y extranjerización de nuestra economía y altos índices de desocupación, pobreza e indigencia. El avance del mercado y el capital privado llegó, incluso, hasta aquellos sectores que eran estratégicos.
El período post-convertibilidad se caracterizó por algunos quiebres y ciertas continuidades. Se llevaron a cabo medidas en cierto sentido positivas como la estatización de las AFJP, de Aerolíneas Argentinas, del Correo, de Aguas Argentinas, acompañadas con algunas políticas de intervención estatal en la economía permitiendo un ciclo de reindustrialización acotada pero sobre un modelo basado en la producción de materias primas y la fabricación de productos levemente manufacturados con baja integración nacional.
En el área de la energía, uno de los sectores estratégicos más importantes, la continuidad con las políticas de los noventa fue muy clara hasta la expropiación del 51% de las acciones de YPF: Durante este período se aprobó la ley de Incentivo a la Exploración, que benefició a las empresas que ya venían operando, y la ley Corta de Hidrocarburos que reglamentó la provincialización de los recursos hidrocarburíferos. La evidencia del fracaso de las políticas neoliberales aplicadas al sector energético, el déficit energético en la balanza comercial llegó a casi U$S 3.000 millones en 2011 y 2012, motivó al Gobierno Nacional a plantear en forma correcta la nacionalización parcial de YPF, aunque lo deseable hubiera sido la estatización completa de la empresa con control público. El Decreto 1277/12, reglamentario de la ley, confirma la modificación en la consideración de la producción de hidrocarburos de “commodity” a “bien estratégico” con el objetivo de recuperar el autoabastecimiento. De esta manera, quedaron derogados los principales artículos de los decretos 1055, 1212 y 1589 de 1989, desreguladores del mercado de hidrocarburos, que habían reconfigurado la matriz energética. Por otra parte, el Estado Nacional tendrá capacidad de veto en los planes de inversión que las empresas del sector deben presentar en forma periódica a la nueva Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica. Los resultados no serán inmediatos y dependerá de la capacidad para acrecentar la intervención y el control del Estado en la producción de gas y petróleo y, a su vez, de hacer frente a las inversiones necesarias para reconvertir la situación sin la necesidad imperiosa de acudir a las empresas multinacionales.
El transporte, y más específicamente, los ferrocarriles, es otro de los ejemplos del fracaso de las políticas neoliberales aplicadas a los servicios públicos. El desmantelamiento de la red ferroviaria, con sus vías y talleres, el pésimo servicio que prestan a los pasajeros, la baja incidencia en el transporte de carga que es eficiente sólo para los concesionarios, dan cuenta de la incongruencia de la relación del lucro privado y el servicio público.
Con una red que es menos de la cuarta parte de la existente antes de las privatizaciones, los subsidios estatales superaron las “pérdidas” de U$S 1 millón que esgrimían los escribas de los privatizadores para entregar los trenes al capital privado eficiente y modernizador.
La medición de eficiencia del servicio público no debería pasar por la evaluación lisa y llana de los balances de las empresas, sino en la consideración de “beneficio social” cuyas variables son mucho más amplias y los beneficiarios diferentes. Si bien en el discurso hay un reconocimiento implícito de la importancia de los ferrocarriles y muy tibiamente, luego de muchos años, el Estado está asumiendo un papel más preponderante con la toma de control del Belgrano Cargas. Sin embargo, en paralelo, su idea de reconstrucción pasa por la compra de vagones y locomotoras a China, dejando de lado su posible, al menos en parte, fabricación nacional.
En definitiva, a partir del período que se abre en el año 2003 bastante poco se ha realizado para recuperar los sectores estratégicos a los que se hacía referencia al comienzo. Han existido quiebres y continuidades signados por la necesidad coyuntural más que por decisiones de largo plazo. Se han perdido oportunidades en forma variada, pero que pueden ser retomadas sobre la base de políticas emancipadoras. Hay un largo camino por recorrer.-

domingo, 10 de febrero de 2013

La ineficiencia estatal, un paradigma liberal

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La dicotomía Estado vs. Privados en términos de eficiencia, ha cruzado toda la historia argentina. En algunos momentos más profundamente que en otros. Uno de los primeros ejemplos en ese sentido fue el Ferrocarril del Oeste. En un principio se trató de una iniciativa de ciudadanos particulares porteños. Sin embargo, la falta de actitud emprendedora y una cierta aversión al riesgo de los ricos ciudadanos, condujo a que la Provincia de Buenos Aires comenzara a asumir las responsabilidades del financiamiento. En manos del Estado, el Ferrocarril del Oeste era el mejor construido, el más barato, el más puntual, el mejor atendido y el que tenía tarifas de carga y de pasajeros que eran casi la mitad de las que tenían en vigencia los ferrocarriles extranjeros. Años más tarde, se lanza una campaña de desprestigio furibunda a través de todos los medios propagandísticos posibles. Se la endeuda. Se irrita a los usuarios con malos servicios y encarecimientos, como consecuencia de una desorganización planificada. Empezaron a producirse déficits que la propaganda periodística extendió. Se insistió y se repitió una publicidad contraria al papel empresarial del Estado. Finalmente, el 30 de junio de 1890 el Ferrocarril del Oeste fue entregado a una compañía sin necesidad de poner un solo centavo. El orgullo argentino había sido entregado. De esta manera se movilizan las fuerzas reaccionarias contrarias al interés nacional y popular cuando se trata de perjudicar a nuestro país para beneficiar a los privados, sobre todo extranjeros.
Hace más de 100 años, se producía el descubrimiento del petróleo en nuestro país un 13 de diciembre de 1907. La mayoría de los libros de historia indican que se trató de un mero hecho azaroso y que en forma inesperada, en la búsqueda de agua, apareció petróleo. Lo que en realidad sucedió fue el resultado de un plan propuesto desde el Estado Nacional para la evaluación de las riquezas del subsuelo, tanto en recursos acuíferos como carboníferos y minerales. Fue así que se daban los primeros pasos del camino hacia la soberanía energética. Cinco años antes, en 1902, se crea la Comisión de Estudios de Napas de Agua, Yacimientos Carboníferos e Investigaciones Geológicas, animada por el Ing. Enrique M. Hermitte. Más tarde, en 1903, se realiza la primera perforación en Comodoro Rivadavia llegando a los 175 mts de profundidad, aunque se suspende por la rotura de uno de los engranajes de las máquinas importadas que se estaban utilizando. En 1905 la Comisión pasa a formar parte de la División de Minas, Geología e Hidrología, dando un nuevo impulso a los trabajos de investigación. En 1906, de la mano del Ing. Krause, se emite un Informe sobre el Plan General de Trabajos que se llevaría adelante para continuar con los estudios. Este informe es muy concreto respecto de los objetivos, indicando no solamente el interés en acumular conocimientos sobre la existencia de agua en la zona, sino también en recursos minerales. Finalmente, el 13 de diciembre la perforación llega a 535 mts dando señales inequívocas de la aparición de petróleo con las características típicas de presencia de burbujas de gas y olor. A partir de allí, el Estado da claras señales de que se ha topado con un recurso estratégico, iniciando un camino que ha tenido sinuosidades pero que en lo concreto marca el comienzo de una política de estado, más allá de la orientación ideológica o política de las autoridades. De esa manera, en 1910, se crea la Dirección General de Explotación de Petróleo, cuyo primer presidente fue el Ing. Luis Huergo. Era el inicio del desarrollo petrolero en la Argentina que desembocaría tiempo después en Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Entre el año 1910 y 1915 el Tesoro Nacional aporta 8.655.000 pesos, siendo el único desembolso desde el Estado. A partir de allí, el Estado no aporta un solo peso adicional.
El 17 de octubre de 1922 es nombrado al frente de YPF el Gral. Enrique Mosconi, quien le imprimiría una impronta particular basado en la defensa del interés nacional y el desarrollo independiente. Su vocación patriótica y esfuerzo personal, junto al Gral. Alonso Baldrich, da como resultado un período de crecimiento y expansión extraordinario incluyendo aumento de la producción y el rompimiento de los “trust” petroleros en la comercialización de hidrocarburos. Esto último conseguido con la construcción de la Refiniería La Plata en sólo un año, completando su construcción, luego de dos etapas, en 1929. Ese año el mismo Mosconi lo denomina el “Ayacucho Económico”, debido al histórico hecho de la disminución del precio del combustible a la mitad de su valor, permitiendo de esa manera un abaratamiento del consumo energético. Entre 1922 y 1927 la producción de petróleo aumenta 2,5 veces, producto del impulso de las políticas soberanas de YPF.
En 1934 el capital social de YPF era de 380 millones de pesos, habiendo aumentado su valor en más de 40 veces, producto de la propia riqueza y el trabajo argentinos. Si YPF hubiera sido extranjera, se hubieran girado ganancias al exterior por $1.025 millones entre 1926 y 1934, generando una sangría extraordinaria de recursos propios a favor del capital foráneo. El modelo eficiente de YPF sirvió de inspiración para la creación de diversas empresas petroleras en América Latina. Uruguay fue el primer país en seguir el ejemplo argentino creando la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP). Luego apareció Bolivia con la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en 1936, pasada la Guerra del Chaco. Más adelante se suman Brasil, con la creación de PETROBRAS bajo la presidencia de Getúlio Vargas y México con el nacimiento de PEMEX bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas.
Bajo la presidencia del Gral. Juan D. Perón y en el marco de un proceso de desarrollo nacional basado en la industria y el mercado interno y la aparición de un nuevo sujeto histórico-político hasta ese momento ausente en las decisiones del país, la clase trabajadora, se produce el contexto adecuado para que en la reforma de la Constitución Nacional en el año 1949 aparezca el Art. 40 cuyo espíritu era la propiedad por parte de la Nación de los recursos naturales. De esta manera, el Estado quedaba como único actor de decisión en las políticas estratégicas de manejo de los recursos. En este período se llevan adelante políticas de integración de los diferentes sectores estratégicos. Se renueva, por ejemplo, la flota de buques petroleros comprando al exterior por medio del financiamiento del IAPI y con la incorporación del primer buque tanque de fabricación nacional, el Presidente Figueroa Alcorta. Se extendió la explotación de hidrocarburos en el territorio nacional, alcanzando a lugares como Mendoza, Neuquén, Comodoro Rivadavia y Tierra del Fuego, comenzando en este último lugar la explotación gasífera. A pesar del bloqueo norteamericano en equipos de prospección y perforación, la producción aumentó, teniendo altibajos. El gran crecimiento industrial requería de energía en forma creciente y el acompañamiento no fue acorde a las necesidades, teniendo que importar cantidades importantes.
Por otra parte, se inauguró en la Refinería La Plata una nueva unidad de destilación atmosférica, elevando el procesamiento de crudo con el consiguiente aumento en la producción de naftas, gas oil y otros productos. A modo comparativo, se puede mencionar que durante todo el período de la YPF privatizada, no se inauguró ninguno de este tipo de unidades, manteniendo la producción de naftas en una meseta constante.
El otro logro importante durante este período fue la creación de la Dirección General de Gas del Estado (DGGE) en 1946, a cuyo frente es nombrado el Ing. Julio Canessa. Este le propone a Perón la construcción de un gasoducto entre Comodoro Rivadavia y Buenos Aires para aprovechar el gas que se quemaba, y no se utilizaba, en los yacimientos. El gas era consumido por las clases pudientes del litoral. El resto de la población tenía que consumir combustibles de bajo rendimiento como el querosén, carbón y leña. La respuesta fue inmediata. A los seis meses la obra ya estaba planificada y al año siguiente estaba publicada en el Plan Quinquenal. La longitud del gasoducto era de 1600 km y fue el primero en Sudamérica y el más largo del mundo en ese momento. Fue el comienzo de la fabricación de tubos en nuestro país. La mayor parte se compró en el exterior a través del IAPI, pero otra parte se fabricó en la Argentina impulsando el crecimiento de SIAM a través de la empresa SIAT. El gasoducto quedó finalmente inaugurado el 29 de diciembre de 1949 a un costo de U$S 50 millones, aumentando la distribución de gas desde 300000 m3/d hasta 15 millones m3/d. El valor del gas en términos reales disminuyó a la mitad.
La Dictadura Militar pone en marcha a partir de 1976 el reemplazo del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), en el cual se intentaba reemplazar productos importados por aquellos de fabricación nacional, por un modelo de valorización de la renta financiera. Esta política causó una marcada desindustrialización de la matriz productiva, caída abrupta de puestos de trabajo industriales y endeudamiento externo y salida de capitales al exterior. La implantación de este modelo requirió la necesaria desaparición de 30000 personas y una innumerable cantidad de presos políticos y exiliados, para derribar las posibles barreras de resistencia frente a las políticas implementadas. YPF fue utilizada como herramienta para el desarrollo de este modelo utilizándola como garantía de préstamos, que pasaron a ser de U$S 372 millones a U$S 6.000 millones. Dentro de este contexto, se comenzaron a realizar las primeras privatizaciones periféricas, beneficiando a determinados grupos económicos y se limitó su crecimiento.
Durante la década del noventa se profundizaron las políticas de apertura y desregulación de la economía de la Dictuadura Militar, llevando adelante un profundo proceso de privatización de las empresas públicas y del patrimonio nacional. Se sancionaron los decretos 1055, 1212 y 1589 de 1989 firmados por Carlos Menem para establecer la desregulación del mercado de hidrocarburos, la libertad de precios, la eliminación de la intervención del Estado en el sector, el otorgamiento de la libre disponibilidad del crudo extraído y la supresión de la restricción para importar o exportar petróleo crudo y sus derivados. En definitiva, se modificaba el concepto estratégico de la producción de hidrocarburos por uno basado en la definición de commodities.
Las consecuencias de esta política de entrega fueron casi inmediatas. Proliferaron las inversiones de corto plazo por parte del capital privado. El Estado se ausentó de la planificación conduciendo a la cancelación de nuevas obras de infraestructura (Hidroeléctricas y Atucha II). Se consolidaron el petróleo y el gas para la producción primaria de energía, pasando del 88% al 91%, dejando a nuestro país más dependiente de los combustibles fósiles. En este marco de liberalización del mercado, se experimentó una marcada explotación y extracción de los recursos y su posterior exportación, sin obligación de reponer reservas extraídas. De esta manera, se llegó a exportar el 41,4% de la producción nacional de petróleo en 1996 cuando el precio del barril estaba a alrededor de U$S 19 por barril. La actividad exploratoria presentó un marcado descenso. Mientras que la YPF estatal perforaba casi 100 pozos exploratorios por año, el promedio a partir del año 1996 pasó a ser de 35, llegando a un valor de 9 pozos en el año 1999. A partir de allí el promedio no superó los 16 pozos.
Este período se caracterizó por una ausencia de la inversión de riesgo generando problemas de índole estructural. De cualquier manera, luego de la privatización de YPF hubo un “fervor” inicial que se caracterizó por un aumento sustancial en la producción de gas y petróleo y en la cantidad de pozos exploratorios, alentados por la enajenación de la petrolera estatal y la concesión de 147 áreas en su mayoría en producción y con gran potencial de ser exploradas. Es decir, se desarrollaron los trabajos sobre las mismas cinco cuencas ya descubiertas por la YPF estatal. Sin embargo, este impulso inicial se revierte esta tendencia en forma considerable en el año 1996, cuando YPF pasa a perforar 40 pozos exploratorios, habiendo perforado 89 el año anterior. En el mismo balance de la empresa se informa que se centraron los esfuerzos en reducir los “costos” y en invertir en aquellas actividades que permitieran elevar las utilidades en desmedro de aquellas que representaban alto riesgo. Es posible afirmar, entonces, que la declinación a causa de la política extractivista no comienza con el ingreso de Repsol en la firma, sino varios años antes, bajo la presidencia de José Estenssoro. De esta manera, las reservas de gas y petróleo que en 1988 eran de 34 y 14 años respectivamente, pasaron a ser de 8 años y 7 años en el 2005, ya cuando las políticas de desinversión comenzaban a dar las primeras señales inequívocas del fracaso del modelo implantado.
Con el ingreso de la firma española Repsol, la lógica de extracción sin reposición se profundizó. Los españoles aplicaron una lógica de acumulación a escala mundial en donde priorizaron la “monetización de las reservas” y su maximización de su valor presente. De esta manera, pudieron hacerse del recurso financiero necesario para diversificar su inversión en distintos lugares del mundo con menores riesgos y costos asociados con el indudable objetivo de maximizar los beneficios a escala global. Entre el año 2000 y 2004, período en el que están disponibles los datos desagregados, nuestro país generó el 17% del ingreso por ventas, mientras que el 65% fue generado en España. En contrapartida, el 47% de las ganancias en ese período fue generado en Argentina (32% en España), pero las inversiones globales se repartieron en un 27% para nuestro país, un 37% en España y un 28% en el resto de América Latina.
El promedio de distribución de dividendos desde el año 1999 fue altísimo. En un sector en el que es importante reinvertir parte de las utilidades para mantener un horizonte de mediano-largo plazo con producción y reservas razonable, entre el año 1999 y el 2007 el promedio de distribución sobre las ganancias totales fue del 75%. El ingreso del grupo Petersen, impulsado por el Gobierno Nacional, suponía que el capital nacional antepondría los intereses colectivos antes que los privados. Sin embargo, operó en sentido contrario profundizando el vaciamiento, incluso desde el mismo momento de la firma del contrato ya que se ofrecía el reparto del 90% de las utilidades como mínimo. El resultado fue que entre el 2008 y el 2010, la distribución promedio alcanzó el 144%, disminuyendo de esta manera el Patrimonio Neto de la empresa.
Las consecuencias de las políticas privatistas neoliberales de los noventa fueron la desinversión, la caída de la producción, la caída del horizonte de reservas y la pérdida de soberanía energética al perder el autoabastecimiento. En todo este período, probablemente las empresas del sector hayan sido muy eficientes con tasas de rentabilidad altísimas y con índices financieros excelentes. Ninguna de ellas dejó de ganar dinero. Sin embargo, a la luz de los resultados, no es el concepto de eficiencia económica el que debe primar, sino el concepto de interés nacional. Desde luego una empresa estatal o sector de la economía debe ser eficiente en términos de utilización racional de los recursos para obtener determinados resultados. Es por ello que el concepto de eficiencia no debe estar relacionado la maximización de la ganancia sino con el aporte que esa empresa o sector esté entregando a la Nación en su conjunto. Esto último tiene que ver con la integración económico-social en el entramado productivo y la manera en la que esa inserción se lleve a cabo.
Martín Scalabrini Ortiz
Fuentes:
Federico Bernal, Petróleo, Estado y Soberanía, Ed. Biblos, 2005.
Raúl Scalabrini Ortiz, Cuatro verdades sobre nuestra crisis, Ed. Lancelot, 2009.
Mariano A. Barrera, Subexploración y sobreexplotación: la lógica de acumulación del sector hidrocarburífero en Argentina, Apuntes para el Cambio Nro. 2, 2012.