Una mirada desde el Pensamiento Nacional a los problemas nacionales.

"Verás que todo es mentira,verás que nada es amor,que al mundo nada le importa...¡Yira!... ¡Yira!...Aunque te quiebre la vida,aunque te muerda un dolor,no esperes nunca una ayuda,ni una mano, ni un favor" (Enrique Santos Discépolo)

domingo, 10 de febrero de 2013

La ineficiencia estatal, un paradigma liberal

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La dicotomía Estado vs. Privados en términos de eficiencia, ha cruzado toda la historia argentina. En algunos momentos más profundamente que en otros. Uno de los primeros ejemplos en ese sentido fue el Ferrocarril del Oeste. En un principio se trató de una iniciativa de ciudadanos particulares porteños. Sin embargo, la falta de actitud emprendedora y una cierta aversión al riesgo de los ricos ciudadanos, condujo a que la Provincia de Buenos Aires comenzara a asumir las responsabilidades del financiamiento. En manos del Estado, el Ferrocarril del Oeste era el mejor construido, el más barato, el más puntual, el mejor atendido y el que tenía tarifas de carga y de pasajeros que eran casi la mitad de las que tenían en vigencia los ferrocarriles extranjeros. Años más tarde, se lanza una campaña de desprestigio furibunda a través de todos los medios propagandísticos posibles. Se la endeuda. Se irrita a los usuarios con malos servicios y encarecimientos, como consecuencia de una desorganización planificada. Empezaron a producirse déficits que la propaganda periodística extendió. Se insistió y se repitió una publicidad contraria al papel empresarial del Estado. Finalmente, el 30 de junio de 1890 el Ferrocarril del Oeste fue entregado a una compañía sin necesidad de poner un solo centavo. El orgullo argentino había sido entregado. De esta manera se movilizan las fuerzas reaccionarias contrarias al interés nacional y popular cuando se trata de perjudicar a nuestro país para beneficiar a los privados, sobre todo extranjeros.
Hace más de 100 años, se producía el descubrimiento del petróleo en nuestro país un 13 de diciembre de 1907. La mayoría de los libros de historia indican que se trató de un mero hecho azaroso y que en forma inesperada, en la búsqueda de agua, apareció petróleo. Lo que en realidad sucedió fue el resultado de un plan propuesto desde el Estado Nacional para la evaluación de las riquezas del subsuelo, tanto en recursos acuíferos como carboníferos y minerales. Fue así que se daban los primeros pasos del camino hacia la soberanía energética. Cinco años antes, en 1902, se crea la Comisión de Estudios de Napas de Agua, Yacimientos Carboníferos e Investigaciones Geológicas, animada por el Ing. Enrique M. Hermitte. Más tarde, en 1903, se realiza la primera perforación en Comodoro Rivadavia llegando a los 175 mts de profundidad, aunque se suspende por la rotura de uno de los engranajes de las máquinas importadas que se estaban utilizando. En 1905 la Comisión pasa a formar parte de la División de Minas, Geología e Hidrología, dando un nuevo impulso a los trabajos de investigación. En 1906, de la mano del Ing. Krause, se emite un Informe sobre el Plan General de Trabajos que se llevaría adelante para continuar con los estudios. Este informe es muy concreto respecto de los objetivos, indicando no solamente el interés en acumular conocimientos sobre la existencia de agua en la zona, sino también en recursos minerales. Finalmente, el 13 de diciembre la perforación llega a 535 mts dando señales inequívocas de la aparición de petróleo con las características típicas de presencia de burbujas de gas y olor. A partir de allí, el Estado da claras señales de que se ha topado con un recurso estratégico, iniciando un camino que ha tenido sinuosidades pero que en lo concreto marca el comienzo de una política de estado, más allá de la orientación ideológica o política de las autoridades. De esa manera, en 1910, se crea la Dirección General de Explotación de Petróleo, cuyo primer presidente fue el Ing. Luis Huergo. Era el inicio del desarrollo petrolero en la Argentina que desembocaría tiempo después en Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Entre el año 1910 y 1915 el Tesoro Nacional aporta 8.655.000 pesos, siendo el único desembolso desde el Estado. A partir de allí, el Estado no aporta un solo peso adicional.
El 17 de octubre de 1922 es nombrado al frente de YPF el Gral. Enrique Mosconi, quien le imprimiría una impronta particular basado en la defensa del interés nacional y el desarrollo independiente. Su vocación patriótica y esfuerzo personal, junto al Gral. Alonso Baldrich, da como resultado un período de crecimiento y expansión extraordinario incluyendo aumento de la producción y el rompimiento de los “trust” petroleros en la comercialización de hidrocarburos. Esto último conseguido con la construcción de la Refiniería La Plata en sólo un año, completando su construcción, luego de dos etapas, en 1929. Ese año el mismo Mosconi lo denomina el “Ayacucho Económico”, debido al histórico hecho de la disminución del precio del combustible a la mitad de su valor, permitiendo de esa manera un abaratamiento del consumo energético. Entre 1922 y 1927 la producción de petróleo aumenta 2,5 veces, producto del impulso de las políticas soberanas de YPF.
En 1934 el capital social de YPF era de 380 millones de pesos, habiendo aumentado su valor en más de 40 veces, producto de la propia riqueza y el trabajo argentinos. Si YPF hubiera sido extranjera, se hubieran girado ganancias al exterior por $1.025 millones entre 1926 y 1934, generando una sangría extraordinaria de recursos propios a favor del capital foráneo. El modelo eficiente de YPF sirvió de inspiración para la creación de diversas empresas petroleras en América Latina. Uruguay fue el primer país en seguir el ejemplo argentino creando la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP). Luego apareció Bolivia con la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en 1936, pasada la Guerra del Chaco. Más adelante se suman Brasil, con la creación de PETROBRAS bajo la presidencia de Getúlio Vargas y México con el nacimiento de PEMEX bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas.
Bajo la presidencia del Gral. Juan D. Perón y en el marco de un proceso de desarrollo nacional basado en la industria y el mercado interno y la aparición de un nuevo sujeto histórico-político hasta ese momento ausente en las decisiones del país, la clase trabajadora, se produce el contexto adecuado para que en la reforma de la Constitución Nacional en el año 1949 aparezca el Art. 40 cuyo espíritu era la propiedad por parte de la Nación de los recursos naturales. De esta manera, el Estado quedaba como único actor de decisión en las políticas estratégicas de manejo de los recursos. En este período se llevan adelante políticas de integración de los diferentes sectores estratégicos. Se renueva, por ejemplo, la flota de buques petroleros comprando al exterior por medio del financiamiento del IAPI y con la incorporación del primer buque tanque de fabricación nacional, el Presidente Figueroa Alcorta. Se extendió la explotación de hidrocarburos en el territorio nacional, alcanzando a lugares como Mendoza, Neuquén, Comodoro Rivadavia y Tierra del Fuego, comenzando en este último lugar la explotación gasífera. A pesar del bloqueo norteamericano en equipos de prospección y perforación, la producción aumentó, teniendo altibajos. El gran crecimiento industrial requería de energía en forma creciente y el acompañamiento no fue acorde a las necesidades, teniendo que importar cantidades importantes.
Por otra parte, se inauguró en la Refinería La Plata una nueva unidad de destilación atmosférica, elevando el procesamiento de crudo con el consiguiente aumento en la producción de naftas, gas oil y otros productos. A modo comparativo, se puede mencionar que durante todo el período de la YPF privatizada, no se inauguró ninguno de este tipo de unidades, manteniendo la producción de naftas en una meseta constante.
El otro logro importante durante este período fue la creación de la Dirección General de Gas del Estado (DGGE) en 1946, a cuyo frente es nombrado el Ing. Julio Canessa. Este le propone a Perón la construcción de un gasoducto entre Comodoro Rivadavia y Buenos Aires para aprovechar el gas que se quemaba, y no se utilizaba, en los yacimientos. El gas era consumido por las clases pudientes del litoral. El resto de la población tenía que consumir combustibles de bajo rendimiento como el querosén, carbón y leña. La respuesta fue inmediata. A los seis meses la obra ya estaba planificada y al año siguiente estaba publicada en el Plan Quinquenal. La longitud del gasoducto era de 1600 km y fue el primero en Sudamérica y el más largo del mundo en ese momento. Fue el comienzo de la fabricación de tubos en nuestro país. La mayor parte se compró en el exterior a través del IAPI, pero otra parte se fabricó en la Argentina impulsando el crecimiento de SIAM a través de la empresa SIAT. El gasoducto quedó finalmente inaugurado el 29 de diciembre de 1949 a un costo de U$S 50 millones, aumentando la distribución de gas desde 300000 m3/d hasta 15 millones m3/d. El valor del gas en términos reales disminuyó a la mitad.
La Dictadura Militar pone en marcha a partir de 1976 el reemplazo del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), en el cual se intentaba reemplazar productos importados por aquellos de fabricación nacional, por un modelo de valorización de la renta financiera. Esta política causó una marcada desindustrialización de la matriz productiva, caída abrupta de puestos de trabajo industriales y endeudamiento externo y salida de capitales al exterior. La implantación de este modelo requirió la necesaria desaparición de 30000 personas y una innumerable cantidad de presos políticos y exiliados, para derribar las posibles barreras de resistencia frente a las políticas implementadas. YPF fue utilizada como herramienta para el desarrollo de este modelo utilizándola como garantía de préstamos, que pasaron a ser de U$S 372 millones a U$S 6.000 millones. Dentro de este contexto, se comenzaron a realizar las primeras privatizaciones periféricas, beneficiando a determinados grupos económicos y se limitó su crecimiento.
Durante la década del noventa se profundizaron las políticas de apertura y desregulación de la economía de la Dictuadura Militar, llevando adelante un profundo proceso de privatización de las empresas públicas y del patrimonio nacional. Se sancionaron los decretos 1055, 1212 y 1589 de 1989 firmados por Carlos Menem para establecer la desregulación del mercado de hidrocarburos, la libertad de precios, la eliminación de la intervención del Estado en el sector, el otorgamiento de la libre disponibilidad del crudo extraído y la supresión de la restricción para importar o exportar petróleo crudo y sus derivados. En definitiva, se modificaba el concepto estratégico de la producción de hidrocarburos por uno basado en la definición de commodities.
Las consecuencias de esta política de entrega fueron casi inmediatas. Proliferaron las inversiones de corto plazo por parte del capital privado. El Estado se ausentó de la planificación conduciendo a la cancelación de nuevas obras de infraestructura (Hidroeléctricas y Atucha II). Se consolidaron el petróleo y el gas para la producción primaria de energía, pasando del 88% al 91%, dejando a nuestro país más dependiente de los combustibles fósiles. En este marco de liberalización del mercado, se experimentó una marcada explotación y extracción de los recursos y su posterior exportación, sin obligación de reponer reservas extraídas. De esta manera, se llegó a exportar el 41,4% de la producción nacional de petróleo en 1996 cuando el precio del barril estaba a alrededor de U$S 19 por barril. La actividad exploratoria presentó un marcado descenso. Mientras que la YPF estatal perforaba casi 100 pozos exploratorios por año, el promedio a partir del año 1996 pasó a ser de 35, llegando a un valor de 9 pozos en el año 1999. A partir de allí el promedio no superó los 16 pozos.
Este período se caracterizó por una ausencia de la inversión de riesgo generando problemas de índole estructural. De cualquier manera, luego de la privatización de YPF hubo un “fervor” inicial que se caracterizó por un aumento sustancial en la producción de gas y petróleo y en la cantidad de pozos exploratorios, alentados por la enajenación de la petrolera estatal y la concesión de 147 áreas en su mayoría en producción y con gran potencial de ser exploradas. Es decir, se desarrollaron los trabajos sobre las mismas cinco cuencas ya descubiertas por la YPF estatal. Sin embargo, este impulso inicial se revierte esta tendencia en forma considerable en el año 1996, cuando YPF pasa a perforar 40 pozos exploratorios, habiendo perforado 89 el año anterior. En el mismo balance de la empresa se informa que se centraron los esfuerzos en reducir los “costos” y en invertir en aquellas actividades que permitieran elevar las utilidades en desmedro de aquellas que representaban alto riesgo. Es posible afirmar, entonces, que la declinación a causa de la política extractivista no comienza con el ingreso de Repsol en la firma, sino varios años antes, bajo la presidencia de José Estenssoro. De esta manera, las reservas de gas y petróleo que en 1988 eran de 34 y 14 años respectivamente, pasaron a ser de 8 años y 7 años en el 2005, ya cuando las políticas de desinversión comenzaban a dar las primeras señales inequívocas del fracaso del modelo implantado.
Con el ingreso de la firma española Repsol, la lógica de extracción sin reposición se profundizó. Los españoles aplicaron una lógica de acumulación a escala mundial en donde priorizaron la “monetización de las reservas” y su maximización de su valor presente. De esta manera, pudieron hacerse del recurso financiero necesario para diversificar su inversión en distintos lugares del mundo con menores riesgos y costos asociados con el indudable objetivo de maximizar los beneficios a escala global. Entre el año 2000 y 2004, período en el que están disponibles los datos desagregados, nuestro país generó el 17% del ingreso por ventas, mientras que el 65% fue generado en España. En contrapartida, el 47% de las ganancias en ese período fue generado en Argentina (32% en España), pero las inversiones globales se repartieron en un 27% para nuestro país, un 37% en España y un 28% en el resto de América Latina.
El promedio de distribución de dividendos desde el año 1999 fue altísimo. En un sector en el que es importante reinvertir parte de las utilidades para mantener un horizonte de mediano-largo plazo con producción y reservas razonable, entre el año 1999 y el 2007 el promedio de distribución sobre las ganancias totales fue del 75%. El ingreso del grupo Petersen, impulsado por el Gobierno Nacional, suponía que el capital nacional antepondría los intereses colectivos antes que los privados. Sin embargo, operó en sentido contrario profundizando el vaciamiento, incluso desde el mismo momento de la firma del contrato ya que se ofrecía el reparto del 90% de las utilidades como mínimo. El resultado fue que entre el 2008 y el 2010, la distribución promedio alcanzó el 144%, disminuyendo de esta manera el Patrimonio Neto de la empresa.
Las consecuencias de las políticas privatistas neoliberales de los noventa fueron la desinversión, la caída de la producción, la caída del horizonte de reservas y la pérdida de soberanía energética al perder el autoabastecimiento. En todo este período, probablemente las empresas del sector hayan sido muy eficientes con tasas de rentabilidad altísimas y con índices financieros excelentes. Ninguna de ellas dejó de ganar dinero. Sin embargo, a la luz de los resultados, no es el concepto de eficiencia económica el que debe primar, sino el concepto de interés nacional. Desde luego una empresa estatal o sector de la economía debe ser eficiente en términos de utilización racional de los recursos para obtener determinados resultados. Es por ello que el concepto de eficiencia no debe estar relacionado la maximización de la ganancia sino con el aporte que esa empresa o sector esté entregando a la Nación en su conjunto. Esto último tiene que ver con la integración económico-social en el entramado productivo y la manera en la que esa inserción se lleve a cabo.
Martín Scalabrini Ortiz
Fuentes:
Federico Bernal, Petróleo, Estado y Soberanía, Ed. Biblos, 2005.
Raúl Scalabrini Ortiz, Cuatro verdades sobre nuestra crisis, Ed. Lancelot, 2009.
Mariano A. Barrera, Subexploración y sobreexplotación: la lógica de acumulación del sector hidrocarburífero en Argentina, Apuntes para el Cambio Nro. 2, 2012.

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