En el marco de la iniciativa de la expropiación del 51% de YPF en manos de Repsol, es interesante realizar un análisis político sobre el papel del kirchnerismo en la realidad nacional, desde el punto de vista del pensamiento nacional, que es el que entiendo se trata de reflejar en este espacio.
El kirchnerismo es un proceso cruzado de
contradicciones conformado por distintas corrientes, agrupaciones y
partidos, con una fuerte base ideológica basada en el pensamiento
nacional-popular. En el discurso, como mínimo, y en algunos hechos
concretos. Creo que ha sido la fuerza política que permitió subir la
vara de la discusión política. Si hubiera sido otra fuerza, seguramente
más tirada a la derecha antinacional (recordemos que Menem salió primero
y López Murphy salió tercero en 2003) no creo que hubiera existido el
campo fértil para debatir ciertos temas. Por ej. veo impensable que otra
fuerza, salvo Proyecto Sur, hubiera planteado el año homenaje a Raúl
Scalabrini Ortiz en el 2009, en una victoria cultural impensada tiempo
atrás, impulsada por uno de los grupos a quienes guardo mucho respeto. O
la relectura de los autores del pensamiento nacional en los nuevos
canales educativos como Encuentro, TV Pública u otros. Cuestiones que
parecen menores, pero no lo son tanto, teniendo en cuenta la
colonización pedagógica que sufrimos desde siempre y aún continúa en la
base de las publicaciones más reaccionarias.
Como decía, el
kircherismo no es homogéneo y está conformado por distintas corrientes,
en su mayoría ancladas en lo nacional-popular. Recordemos que el proto
Proyecto Sur estaba conformado por distintas personalidades que luego
siguieron otro derrotero (Ana Lorenzo, Norberto Galasso, Horacio
González, Hugo Barcia, Ana María Ezcurra, Carlos Juliá, Roberto Brennan,
etc), más precisamente de apoyo a los gobiernos kirchneristas.
Posteriormente siguieron el mismo camino algunos de quienes estuvieron
más afianzados en el tiempo y en el proyecto, como Angel Cadelli,
Alberto Lapolla y la agrupación La Scalabrini, por citar a algunos.
También existen innumerables agrupaciones políticas, sociales,
universitarias, sindicales que en base a una formación y desarrollo del
pensamiento nacional y, en algunos casos, de izquierda, también apoyan,
algunos críticamente, a la actual administración. Me resulta harto
difícil, sino imposible, explicar estas posiciones con el simple
argumento de "cooptación". Sería interesante realizar un ejercicio
intelectual más desafiante que la simple chicana o la acusación de
traición que fácilmente se puede utilizar.
En los hechos concretos,
el kirchnerismo ha tenido un derrotero sinuoso. En este espacio y en el
blog, se han marcado las continuidades y semejanzas con el menemismo en
ciertas áreas estratégicas de nuestra economía y el perfil industrial.
De acuerdo a los datos duros, la concentración y la extranjerización se
han mantenido e incluso aumentado en algunos sectores. El mantenimiento
del modelo ferroviario y el modelo minero neoliberales, son
incuestionables. El comercio exterior agropecuario sigue en manos de las
grandes multinacionales, mientras continúa la concentración de los
campos. Sin embargo, cada vez que el kirchnerismo se encontró con la
pérdida de iniciativa o con una caída en su credibilidad e imagen, ha
sabido, por convicción o conveniencia, generar medidas interesantes y
progresivas. Es decir, cada vez que ha encontrado un problema o estado "contra las cuerdas", ha salido
en la dirección correcta (salvo la aprobación de la ley Antiterrorista,
una mancha difícil de limpiar o en su momento la Ley Corta de Hidrocarburos y la ley de incentivos a la exploración hidrocarburífera más la extensión de los contratos petroleros, principalmente Cerro Dragón y alguna otra iniciativa). Entre ellas, podemos encontrar la
estatización de las AFJP, cambiando un paradigma importantísimo en el
régimen de jubilaciones y pensiones, la Ley de medios audiovisuales,
cuya lógica inicial era poner un coto a la impresionante concentración
de medios del principal grupo mediático y alimentar la diversidad de
voces, la Ley de Matrimonio Igualitario, la estatización de Aerolíneas
Argentinas, y ahora, la nacionalización parcial de YPF.
Desde
luego, lo que haya hecho o vaya a realizar el Gobierno con estas
herramientas obtenidas con amplio apoyo popular, sobre todo la de YPF,
es una cuestión posterior que hay que analizar bajo el concepto de
gestión. Siempre hay tiempo para cambiar la gestión y la representación
parlamentaria. Si manteníamos lo que estaba, era legitimar la
continuación menemista.
Por otro lado, los enemigos más virulentos
del kirchnerismo provienen de los mismos sectores (o parecidos) a los
que tuvo el peronismo histórico del 45. La Nación, La Prensa, las
clases acomodadas, el medio pelo, la Sociedad Rural, los grupos
empresarios más concentrados (aunque no todos ahora se expresan, se
puede leer lo que piensan en El Cronista, El Economista, Fortuna, etc.) y
la izquierda más dura, también histórica enemiga del peronismo al
considerarlo un muro de contención frente a la rebelión obrera. Además,
ésta última estará en contra de toda iniciativa que provenga del Estado capitalista burgués por una cuestión conceptual y por definición, ya que
este Estado se encuentra al servicio de la burguesía y el imperialismo.
Nunca han tenido resuelta la discusión de la cuestión nacional.
El
kirchnerismo ha marcado un proceso histórico definido, nos guste o no.
El resto de las fuerzas políticas, salvo Proyecto Sur, no ha levantado,
en forma contundente, las banderas de la emancipación nacional. Sin
embargo, existen grupos dentro de las otras fuerzas políticas que
podrían también ser partícipes de acciones comunes con este denominador
común. No estamos hablando, por supuesto, del PRO, que no tiene ningún
tipo de afiliación política ni de construcción ideológica determinada
porque es la no-política. Y la no-política juega a favor de los
intereses del establishment, convirtiéndose per se en una fuerza de
derecha. La social-democracia ha resultado ser en nuestro país una
expresión del liberalismo político con algunas preocupaciones sociales,
pero que en definitiva no parece ser una fuerza que pueda tocar los
intereses más profundos de nuestra dependencia o nuestra situación
neocolonial. A pesar de que existan, dentro de ella, grupos progresistas
que apunten en esa dirección. El radicalismo está atravesado por un
pensamiento, también social-demócrata por un lado y conservador por otro, que ahora está
haciendo eclosión frente a la posición asumida por el partido ante el
proyecto de YPF.
Desde luego, este es un breve análisis que pretende ser un punto de partida para la discusión política de la realidad actual y enriquecer el debate con quienes comparten una base común de pensamiento.
En fin, en mi opinión, para la construcción de la
Patria es necesario dejar de lado partidismos, divisionismos y
claramente jugar con aquellos sectores con los cuales se puedan realizar
acciones comunes en el sacrificado y sinuoso camino de la liberación
nacional.
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