En las últimas semanas, nuestro país ha sido testigo de la
profundización del conflicto entre la CGT, representada por su
secretario general Hugo Moyano, y el Gobierno Nacional. Más allá de las
explicaciones que se centran sobre todo en los protagonistas y que
sobrevaloran intereses personales y rencillas de espacios de poder, es
interesante preguntarse sobre el contexto político y económico en el
cual se desarrolla. Esto significa que el siguiente análisis aborda el
asunto desde el punto de vista de quien piensa que los sucesos
históricos trascienden los protagonistas definiéndose en la puja de
diversos intereses colectivos o sectoriales.
Nuestro país viene
experimentando un ciclo de crecimiento económico histórico y
extraordinario en los últimos 10 años que ha permitido recuperación de
niveles de empleo, disminución leve del trabajo no registrado, aumento
del consumo interno y un proceso de industrialización acotada. Por otra
parte, se han alcanzado niveles altísimos de rentabilidad empresaria,
pero manteniendo el mismo perfil productivo-industrial de la década del
noventa, con un aumento de la concentración y la extranjerización de
nuestra economía.
En estos días, el mundo global está sufriendo
una crisis financiera de enormes proporciones que indudablemente impacta
en nuestro país. El discurso oficial remarca esta situación ofreciendo
como contrapartida las mejoras de nuestra economía en los últimos años. Y
es por esta razón que el sector trabajador debe ponerle un coto a los
reclamos de aumento salarial. Es en este punto que cabe preguntarse de
qué manera fueron distribuidos estos beneficios y si significaron una
reconfiguración del reparto del ingreso nacional entre trabajadores y
capitalistas. En definitiva, quiénes fueron los que se quedaron con la
mayor parte de la torta.
Si realizamos la comparación de la
evolución del costo laboral entre el año 1993 y 2010 nos encontramos con
algunos datos que pueden ayudar a entender mejor si son justos los
reclamos de aumento salarial. En el período 1993-2001, se produjo un
descenso en el costo laboral de poco más del 12%. En el 2002, luego de
la devaluación, se produce una formidable transferencia del ingreso que
provocó una caída del costo salarial del 43,7%. A partir de ese momento,
comienza una recuperación sostenida que llega a alcanzar un aumento del
86,5% en el período 2002-2010 (según el sobreestimado costo laboral
resultante de aplicar el índice de precios mayoristas del INDEC). Pese a
esto en 2010, los costos laborales eran aún un 7,7% inferiores a 1993,
siendo en promedio un 28,4% menores en la posconvertibilidad (2003-2010)
que el promedio de la década del noventa. En términos de índices, si el costo laboral en 1993 era 100, en 2010 fue de 92,3 según INDEC y de 66,7 según
Salarios/IPC 9 Provincias de CIFRA. Por otra parte, la productividad, es
decir, el valor producido por cada trabajador, fue un 34,4% mayor que
en 1993, debido principalmente al aprovechamiento de las capacidades
instaladas ociosas. La diferencia entre la productividad y el costo
laboral es el beneficio apropiado por el capitalista.
Es decir, luego de la devaluación, con una caída estrepitosa del costo
laboral, la recuperación del salario no llegó a alcanzar los niveles de
1993. Además la productividad aumentó respecto de este año, con lo cual
el excedente producido (plusvalía) fue a parar a los bolsillo del
capital.
Esto se tradujo en grandes tasas de ganancias en el
último período. Mientras que la tasa de ganancia promedio sobre el stock
de capital fijo fue del 24,8% durante la convertibilidad, el valor
promedio en la posconvertibilidad se ubicó en 37,2%. El aumento de la
productividad, entonces, se convirtió en aumento de ganancias para las
empresas.
Estos resultados impactan sobre la distribución del
ingreso nacional entre el trabajo y el capital. La participación de la
masa salarial en el Valor Agregado Bruto fue del 42,8% en 1993, pasando
por un mínimo de 35,3% en la convertibilidad hasta llegar al 38,8% en
2001 producto de la recesión y la disminución de las ganancias en las
empresas (mayor participación salarial). A partir de allí, se produce
una disminución abrupta en 2002 llegando al 31,4% para ir aumentando en
forma sostenida hasta llegar al 40,4% en 2009 (aún menor que en 1993). A
partir de ese año, la participación de la masa salarial viene
disminuyendo, siendo en el 2011 del 37,6%.
De todos estos números se puede llegar a la conclusión de que, si
bien el aumento de la actividad económica produjo un aumento en la
cantidad de ocupados y en el nivel de vida de la población, la mayor
parte de la torta de este crecimiento fue a parar a manos de las
empresas. Por lo tanto, los reclamos del sector trabajador son
absolutamente justos.
Por otra parte, diversos estudios indican que se mantuvo el
perfil productivo de la década del noventa, incluso profundizándolo
aumentando la concentración y la extranjerización. La falta de divisas
que experimenta nuestro país actualmente es producto de esta falta de
reconfiguración.
El grado de concentración en la industria pasó
de un promedio del 33,1% en la convertibilidad a un promedio del 40,9%
en el período 2003-2009. Esto significa que no sólo hubo una transferencia del ingreso
de los trabajadores a las empresas, sino que dentro mismo del sector
empresario se experimentó una transferencia de ingresos hacia los
sectores más concentrados. Estos sectores fueron beneficiarios de la
política de "dólar alto" aprovechando los bajos costos laborales y un
escenario internacional expansivo dado que en su mayoría se orientan
hacia los mercados externos. Además, la mayoría de estas empresas son de
origen extranjero. De esta manera, mientras que el período de la
convertibilidad las empresas extranjeras participaban en promedio de un
40,9% de las ventas totales, en la posconvertibilidad pasaron a un
promedio de alrededor del 60%, dando como resultado la consolidación
estructural de los actores foráneos.
El impacto en la Balanza de Pagos es directo. Durante el primer
trimestre de este año el giro al exterior por utilidades y dividendos de
las empresas extranjeras fueron de U$S 2047 millones, pudiendo llegar a
totalizar, si sigue este ritmo, U$S 8000 millones. Los intereses de la
deuda también tienen su parte. En el mismo período se giraron U$S 868
millones.
Todos estos resultados son consecuencia del
mantenimiento de ciertas herramientas que aún siguen vigentes del modelo
neoliberal implantado durante la Dictadura Militar y profundizado en la
década del noventa. Es esencial derogar o modificar la Ley de
Inversiones Extranjeras y la Ley de Entidades Financieras para dar
impulso al desarrollo de la industria nacional a través de fuertes
políticas estatales de incentivo a la producción que han estado ausentes
en la última década. La vigencia de los Tratados Bilaterales de
Inversión es sumamente cuestionable, lo mismo que la participación de
nuestro país en el CIADI. Ni qué hablar del régimen minero vigente o del
resto de la producción de hidrocarburos en nuestro país, más allá del
paso positivo de expropiación del 51% de YPF.
La eliminación o el aumento del mínimo no imponible, como así
también la universalización de las asignaciones familiares y la
recomposición salarial de los trabajadores son reclamos justos frente al proceso económico e histórico
que estamos viviendo. El Gobierno debería tomar nota de este contexto y
mirar en el interior de los números de la economía y no sólo los
macroeconómicos. Es por ello que no ayuda en nada mostrar una posición
distante frente al conflicto capital-trabajo, sentándose en la misma
mesa de las grandes corporaciones extranjeras, como sucedió con Monsanto
hace unos días.
Es por ello que frente a esta posición
política distante, el sector trabajador debe mostrarse fuerte, unido y
decidido a modificar en forma estructural el reparto de la riqueza en
nuestro país.
Fuentes:
- Pablo Manzanelli, La tasa de ganancia durante la posconvertibilidad. Un balance preliminar, Apuntes para el Cambio Nro.3, 2012.
- Ana L. Fernández y Mariana L. González, La desigualdad en los ingresos laborales. Su evolución en la posconvertibilidad. , Apuntes para el Cambio Nro.3, 2012.
- Daniel Azpiazu, Martín Schorr y Pablo Manzanelli. Concentración y Extranjerización, Capital Intelectual, 2011.
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