El 4 de junio pasado se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento del Gral. Ing. Enrique Mosconi, cuyo ejemplo de voluntad política y decidido patriotismo debería iluminar a las nuevas generaciones de argentinos. Mosconi es nombrado como director de YPF el 17 de octubre de 1922 y a partir de allí comienza un período de expansión y crecimiento de la petrolera estatal que permitirá en poco tiempo desactivar el trust petrolero conformado por las empresas extranjeras que comercializaban los derivados del petróleo en nuestro país. Esta expansión y crecimiento es el ejemplo concreto de una tenaz voluntad política en pos del desarrollo nacional y de la soberanía energética.
El capital inicial de YPF fue conformado por el Estado Nacional con diversas erogaciones aprobadas del Presupuesto General desde el año 1910 hasta el 1915 cuando estaba constituida la Dirección de Explotación de Petróleo de Comodoro Rivadavia llegando a totalizar el último año una suma de 8.655.240 pesos moneda nacional. Éste fue el único aporte monetario de los argentinos en la conformación de una empresa que llegaría a ser la más grande de nuestro país con un valor estratégico único en la economía nacional. Para mediados de 1934 el capital de YPF ascendería a 380 millones de pesos, explicando su crecimiento en el aporte de su propia riqueza, el petróleo, y el trabajo argentinos. El Estado nacional no aportó un solo peso más. No solamente era una empresa que crecía económicamente sino que era el motor del desarrollo nacional al vender la nafta más barata que la que vendían las empresas extranjeras. El 1 de agosto de 1929 se produce lo que el mismo Mosconi llama como el “Ayacucho económico” declarando la independencia energética al romper los trust petroleros al ubicar el precio de la nafta en $0,18 cuando había llegado a valer $0,36. Era una empresa al servicio del país.
Este período sirve como muestra implacable de lo que sucede cuando una empresa es enajenada y entregada al extranjero. Si YPF hubiera sido extranjera, entre 1926 y 1934 se hubieran debido girar el exterior alrededor de $1.025 millones producto de dividendos y ganancias, promediando un monto anual de $131 millones, con sólo 8,6 millones de pesos de inversión inicial. El flujo de divisas hubiera sido inconmensurable ahogando nuestra economía y manteniéndola al servicio del capital extranjero. El paralelismo con la actual YPF, enajenada a precio vil es elocuente. El flujo de divisas producto de las ganancias de la empresa Repsol son millonarios, gracias a la riqueza, nuestro petróleo, y el trabajo argentinos. Pero este es tema de otro estudio.
Mosconi lleva adelante una política expansiva en competencia directa con la Standard Oil (norteamericana) y la Shell (inglesa) y promueve el aumento de la producción de petróleo y la construcción de una refinería en La Plata. Para esto último, se llamó a un concurso público el 22 de mayo de 1923. Luego de una selección entre diez propuestas, se aceptó la de la Bethlehem Stell Co, firmándose un convenio que fue aprobado el 31 de diciembre de 1923, que incluía la construcción de un “topping” o destilación primaria de donde se obtienen naftas, kerosene, gas-oil y fuel-oil a partir de crudo, un cracking de gas-oil y de kerosene pesado para la producción de naftas livianas y un cracking de fuel-oil para producir más nafta liviana. El proyecto total finalmente se aprueba el 14 de enero de 1925 y el mismo día comienzan las obras de construcción. En menos de un año se construyen todas las unidades y se inaugura la Refinería el 23 de diciembre de 1925 elaborándose los primeros litros de nafta fiscal. Finalmente la empresa contratista completó los trabajos, con todos los edificios y dependencias, el 1 de agosto de 1926. Un plazo de tiempo más que eficiente para este tipo de construcciones. Al año siguiente se llama a una licitación nuevamente para la construcción de un cracking combinado preliminar de fuel-oil y total de gas-oil para aumentar la producción de naftas. El 14 de junio de 1928 se firma el contrato con la Bethlehem Stell Co nuevamente, luego de una selección de cuatro empresas, terminándose la nueva planta el 20 de febrero de 1929.
Para tener una idea de la extraordinaria capacidad y voluntad para llevar adelante las tareas, comparando con la actual YPF privatizada, Repsol no ha aumentado la capacidad de producción de naftas desde su privatización en la década del 90. Recién ahora se está anunciando con bombos y platillos la instalación de un nuevo CCR (reformado catalítico continuo) con el fin de mejorar las naftas de bajo octanaje, con lo que ni siquiera es un aumento global de la capacidad sino un aumento en la calidad de las naftas como todo lo que ha hecho Repsol hasta ahora, con una inversión de 348 millones de dólares. Una cifra que mueve a risa luego de la adquisición a precio vil de YPF y de las millonarias ganancias de la empresa a lo largo de todos estos años. Y encima, hace más de dos años que Repsol-YPF viene dando vueltas con el inicio de este proyecto sin decidirse a llevarlo adelante, negociando ahora con la firma brasileña Odebrecht con posible financiamiento del banco de desarrollo brasileño BNDES. Esto significa que la prioridad en la venta de equipos la tiene Brasil.
La pregunta que surge es: ¿para qué se creó ENARSA? ¿Para aplaudir cuando una empresa extranjera decide realizar ridículas inversiones que venía postergando desde hace años? ¿Para anunciar la construcción de una refinería con la anglo-argentina Pan American Energy de iniciación incierta? ¿Para anunciar todos los años que se van a invertir inciertas cantidades de dinero en exploración de la plataforma marítima asociados con empresas extranjeras? Desde el 2004, año de su creación, no se han generado grandes proyectos de solución a nuestros problemas energéticos, salvo la compra de Gas Natural Licuado (LNG) mediante buques metaneros que lo único que hizo fue solucionar los problemas de abastecimiento de las empresas controladas por Repsol, habiendo sido un gran negocio para la empresa española.
Martín Scalabrini Ortiz
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Hace 6 años
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