El año 2009 ha sido declarado como el de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz en ocasión del 50 aniversario de su fallecimiento. Nacido el 14 de febrero de 1898, en Corrientes, el escritor cuyo nombre lleva una calle de Buenos Aires, comienza indagando la noche porteña en la búsqueda por desentrañar las principales características del arquetipo del hombre porteño. Es de esta manera que, pensando en hacer una novela, termina publicando “El Hombre que está solo y espera”, un libro que forma parte de la Historia literaria de nuestro país. En esos tiempos, frecuentaba los cafés de la ciudad y se reunía con los integrantes del Grupo de Florida, aquel que en oposición al de Boedo, consideraba que pregonaban la “revolución del arte” en lugar de pensar que el “arte debía estar al servicio de la revolución”.
Sin embargo, luego de la crisis económica mundial y a la vista de sus desastrosos efectos sobre la población, Scalabrini decide internarse en la investigación y en el “descubrimiento de la realidad argentina”. Decide poner toda su intelectualidad al servicio de la Patria, estudiando, analizando los fenómenos económicos y denunciando el imperialismo inglés en la Argentina, con datos concretos, con números que hablan por sí solos. Es así que llega a FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) en 1935 y conoce a los que serán sus compañeros de una lucha inclaudicable contra el silencio, el oprobio y la dominación extranjera y sus aliados locales, la oligarquía.
Allí comienza a desentrañar el poderoso entramado del trazado del ferrocarril británico, al que define como “esa tela de araña que tiene atrapada a la mosca de la República”. En su primera conferencia, Raúl Scalabrini señala la clave de nuestro sometimiento: el primitivismo agrario. El papel que la división internacional del trabajo define para nuestro país. Un país sin industria, ni desarrollo autónomo, sino complementario al Imperio, proveedor de materia prima barata, comprador de productos manufacturados. Ese fue y será el papel que el imperialismo nos guarda en el concierto de las Naciones.
Scalabrini estaba convencido de que la economía es el método de auscultación de los pueblos. Por eso estudiaba minuciosamente cada uno de los datos a los que podía acceder, en memorias y balances, en memorias ministeriales, en folletos viejos, en archivos y biblotecas inaccesibles al público, a las cuales de alguna manera se ingeniaba en ingresar. La economía, decía, nos muestra el estado de una Nación, de ese espíritu que conforma la colectividad. Aseguraba que “estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Solo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entienda una cosa, pregunte hasta que entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso ya habrá aprendido a defender a la Patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros”
A través de sus profundos estudios y análisis llega a la conclusión de que “todo lo que nos rodea es falso e irreal. Falsa la historia que nos enseñaron, falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron, falsas las perspectivas mundiales que nos presentan, falsas las disyuntivas políticas que nos ofrecen, irreales las libertades que los textos aseguran”. Así podrá llegar a la verdad.
La soledad en la que transcurre su lucha contra la dominación es inconmensurable. En la novena edición de “El Hombre que está sólo y espera”, José María Rosa, historiador revisionista, interpreta que el solitario protagonista del ensayo es Adán Buenosayres, sentenciando al final que: “Adan Buenosayres es Raúl Scalabrini Ortiz”.
La vida de Scalabrini Ortiz ha sido retratada en una excelente y apasionada investigación que duró más de dos años, por el escritor nacional Norberto Galasso, quien hurgando, leyendo y analizando todos sus escritos en la vieja casa de Vicente López en Juan Bautista Alberdi 1164, sitio en el que se instalaría el Museo del Pensamiento Nacional si prospera un proyecto de ley actualmente en la Cámara de Diputados, publicó en 1970.
Durante toda su vida, aplicó lo que él mismo llamaba la “política de la chinche flaca” haciendo alusión de lo difícil que es matar a una chinche que todavía no ha chupado sangre. “Usted la aprieta entre los dedos. La refriega y la chinche continúa como si le hubieran hecho una caricia. En cambio, si la chinche ha comido y tiene su panza hinchada, basta una pequeña presión para exterminarla. Bueno, yo sigo la política de la chinche flaca y por eso que usted nada puede contra mí, ni nada puede hacer a mi favor”, le decía a Sir. Montague Eddy, representante de los intereses ferroviarios ingleses en el país, en el año 1944. “Es indispensable estar limpios de ambiciones y de codicias. Por eso quienes abrirán la senda de los hechos nuevos serán los humildes, los disminuidos, los trabajadores. Para estar junto a ellos, latiendo en el ritmo de su pulso, los que no somos naturalmente ni humildes ni trabajadores, sólo tenemos una norma posible: la política de la chinche flaca...”
Scalabrini muere el 30 de mayo de 1959, luego de un silencio que habrá de angustiar a sus paisanos. Su amigo de lucha, Arturo Jauretche lo despide: “Raul Scalabrini Ortiz …..Tú sabes que somos vencedores… vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han tomado de lo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte, a decirte: ¡Gracias, Hermano!"
Martín Scalabrini Ortiz
El giro a la izquierda llegó a México
Hace 6 años
1 comentario:
Pensando en la historia, dejo una idea (no recuerdo la frase exacta) que rescato de la Filosofía de la historia, de Hegel. Es algo así:
...normalmente se les reprocha a los gobernantes y estadístas que no aprenden de la historia y repiten errores. Quienes hacen esto cometen el mismo error, pues no han aprendido que los gobernantes e historiadores jamás han aprendido de los errores anteriores....
Publicar un comentario