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"Verás que todo es mentira,verás que nada es amor,que al mundo nada le importa...¡Yira!... ¡Yira!...Aunque te quiebre la vida,aunque te muerda un dolor,no esperes nunca una ayuda,ni una mano, ni un favor" (Enrique Santos Discépolo)

martes, 20 de marzo de 2012

Definiciones en política petrolera


El domingo 4 de marzo pasado se publicó en el diario Página/12 una entrevista titulada “Nacionalismo mal entendido” realizada a Víctor Bronstein, director del Ceepys. Allí este analista caracteriza como “nacionalismo de opereta” a la Campaña por la Nacionalización del Petróleo y el Gas que, con la consigna “Luche y Vuelve. Por una Petrolera 100% Pública 100% Argentina”, promueven diversas organizaciones políticas, sociales y sindicales.
El eje argumental que esgrime este analista, consultor de empresas privadas para cuestiones energéticas, adolece de un gran desconocimiento de los procesos históricos y de la correlación de fuerzas que atraviesa a los pueblos latinoamericanos. Desde la época de la Conquista nuestra América ha estado subordinada a las necesidades voraces de las potencias centrales. La Historia muestra que existieron momentos épicos signados por políticas económicas soberanas y momentos de opresión marcados por la derrota popular concretada en forma sangrienta durante la última dictadura militar, y perpetuados con las políticas neoliberales de la década del 90, cuyas consecuencias aún siguen vigentes.
Es por ello que ha quedado demostrado que el establecimiento de un marco regulatorio legal no alcanza para contrarrestar el poder económico que representan los capitales transnacionales. Bajo la comprensión de estos conceptos y en el marco de la discusión de la dirección de la política energética que deberíamos llevar adelante, se propone no quedarnos en el tibio debate sobre el endurecimiento de las medidas disciplinarias al capital o la quita de las concesiones de YPF a Repsol para entregarlas a otro privado por parte de las provincias. Está claro que en este caso Repsol no ha garantizado una política sostenida de inversiones que contemplen el autoabastecimiento energético y la producción a largo plazo, sino más bien ha propiciado políticas extractivas tendientes a la maximización de la ganancia, envío de capitales hacia su casa matriz para re direccionarlos a otras partes del mundo, con las lógicas consecuencias de baja de la producción y de las reservas.
Para Bronstein la discusión se resuelve garantizando la “seguridad energética”, al que considera como el “concepto nacionalista que debería guiarnos en esta nueva etapa”. Sin embargo, se puede afirmar este postulado “nacionalista” responde más bien al nacionalismo de los países centrales y a su necesidad de apoderarse de los recursos estratégicos para su propio desarrollo. Este concepto es tomado directamente de los informes elaborados por la Secretaría Ejecutiva para el Desarrollo Integral de la OEA, fruto de la colonización pedagógica que aún en estos días rige el pensamiento de muchos especialistas. El hecho de haber seguido los lineamientos de los países centrales no ha hecho más que hundirnos en la miseria, no sólo económica sino también cultural.
Por otra parte, llega a afirmar que el autoabastecimiento energético se produjo a partir de la privatización de YPF en la década del 90. De esta manera deja de lado el crecimiento de YPF desde su creación en 1922 bajo el influjo del Gral. Enrique Mosconi hasta llegar en 1985 al autoabastecimiento bajo administración estatal.
La Campaña por la Nacionalización del Petróleo y el Gas que pone foco en recuperar la Empresa estatal, no responde a un “nacionalismo de opereta” sino que pone en debate la dirección estratégica en términos de política energética, proponiendo: - Recuperar una de las herramientas fundamentales para nuestro desarrollo autónomo. – El control, implementación y regulación del mercado de la energía, fomentando la industrialización y la soberanía económica. – El financiamiento de obras públicas de envergadura. – La distribución federal de las ganancias de forma equitativa para las provincias de menores recursos. – La integración con los países de América Latina.
No proponemos un regreso en el tiempo, sino aprender de esas experiencias para superarlas. La empresa estatal debe cumplir un rol no sólo económico y político, sino moral y transparente. En este sentido, nuestra propuesta se dirige a conforma una nueva categoría de empresa pública en donde los actores principales sean el Estado, sus trabajadores y la ciudadanía.

Martín Scalabrini Ortiz

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