Hoy, 2 de abril se cumplen 30 años del desembarco argentino en
nuestras Islas Malvinas. Como todos los años, el recuerdo despierta
todo tipo de análisis político sobre el significado de esa fecha.
Lo
primero que hay que remarcar es que las Islas forman parte integral
de nuestro territorio, por historia, por legalidad y por coherencia.
Malvinas es una causa nacional. Forma parte de la identidad de los
argentinos desde hace muchos años, incluso antes de la recuperación
momentánea en el año 1982. En contraposición a la minimización
del tema que pretenden imponerle un grupo de intelectuales como
Beatriz Sarlo, la importancia geopolítica de este territorio es
relevante.
Un
estudio pormenorizado del ex diputado nacional Mario Cafiero sobre la
extensión marítima alrededor de las Islas Malvinas, Georgias y
Sandwich del Sur indica que los ingleses han ampliado la
autoproclamada Zona Económica Exclusiva a 200 millas y hasta 350
millas su plataforma continental, una superficie que abarca 3.500.000
km2.
El territorio continental argentino tiene una superficie de 2.780.400
km2.
Inglaterra tiene, además, un reclamo sobre el sector antártico
argentino de aprox. 3.000.000 km2.
En materia de riqueza petrolera, el potencial es gigantesco. Las
últimas informaciones hablan de 12.850 millones de barriles en
reservas probables. Suponiendo que de esa cantidad, el 50% resultara
efectivamente probada para su extracción, se estaría llegando a la
cifra de 6.500 millones de barriles, lo que significa un 320% más
que las reservas de nuestro país [1].
Varias
empresas son las que están involucradas en el negocio petrolero de
la zona de Malvinas: Falkland Oil Gas, Argos, Rockhopper, Desire y
Borders and Southern. Estas a su vez, contienen participación
accionaria de empresas con intereses en nuestro país, entre ellas
bancos, financieras, empresas mineras, etc. Existe una ley, la
26.659, con estado de aprobación que propone sanciones a aquellas
empresas que operan en el país y que poseen intereses en Malvinas.
Incluso el Gobierno Nacional ha anunciado que se iniciarían acciones
legales contra empresas petroleras que operan en Malvinas.
En
este nuevo aniversario, se impone el recuerdo de quienes lucharon y
dieron su vida para defender nuestro territorio. Esto no significa
reivindicar a quienes, con esta acción, pasaron a ser vivados
momentáneamente en los balcones de la Casa de Gobierno, dejando de
lado su responsabilidad en los crímenes cometidos para implantar a
sangre y fuego el comienzo de la desindustrialización y destrucción
del Estado de Bienestar mediante la implantación del modelo
neoliberal aún vigente, tal como lo describe el recordado Rodolfo
Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar. Incluso no significa
reivindicar a aquellos implicados en castigos y torturas en el mismo
campo de batalla. Sino más bien, destacar a los soldados y oficiales
que con su arrojo y valentía quedaron en las páginas de nuestra
historia como héroes nacionales.
De
los 649 compatriotas caídos, la realidad indica que el 10%
eran oficiales y el 40% suboficiales. En el Ejército, donde se
cuenta con datos más precisos, murieron un oficial cada 48 oficiales
movilizados, un suboficial cada 57, mientras que los soldados
murieron en una proporción de uno cada 52. Es decir, que los
oficiales murieron combatiendo junto a los soldados en una proporción
similar, a pesar de la incredulidad que puedan generar estos datos [2]. Sobre todo en uno de los grupos que más resistieron el avance inglés, el BIM 5.
Para
los veteranos de guerra que participaron de los combates, la vuelta a
casa significó la indiferencia, el desamparo y la desilusión. Las
secuelas físicas y psicológicas se contaron por miles. La cantidad
de muertos por suicidio supera la cantidad de muertos en combate
terrestre. Esto es algo que nuestra sociedad nunca pretendió hacerse
cargo, a pesar de que quienes lucharon en suelo malvinense lo
hicieron para defender el territorio nacional. Las políticas de los
sucesivos gobiernos desde 1983 incentivaron esta situación. Es
conocida la política de desmalvinización de Raúl Alfonsín durante
su presidencia. Parecía que a los veteranos de guerra había que
esconderlos debajo de la alfombra. Era parte de la vergüenza
seguramente concebida por la concepción y la valoración de quienes
llevaron adelante la guerra, en su mayoría relacionados con el
genocidio llevado adelante durante la Dictadura Militar. Durante la
década del 90, junto con la enajenación del patrimonio nacional en
manos de empresas extranjeras, la política sobre Malvinas no pasó
más allá del intento de envío de los ositos de peluche por parte
del ex canciller Guido Di Tella para ganarse la simpatía de los
“kelpers”. En 1990, los presidentes Menem y Cavallo, firmaron el
Acuerdo de Madrid, aún vigente, que acepta el dominio de Inglaterra
en el mar aledaño a las islas y se le otorga el derecho de controlar
y supervisar la política de defensa de la Argentina en el Atlántico
Sur.
En la actualidad la reivindicación de los derechos sobre Malvinas es, no sólo nacional, sino continental. Los presidentes de los países de Sudamérica, desde distintas ideologías, se han expresado a favor de nuestros derechos y de una salida negociada. Malvinas es una causa del Continente.
Es una muy buena ocasión para decir la palabra PATRIA con
orgullo y aspirar a su construcción en forma justa, libre y
realmente soberana.
Martín
Scalabrini Ortiz
Fuentes:
1. http://www.cronista.com/contenidos/2012/03/15/noticia_0051.html
2. Batallas de Malvinas, Pablo Camogli, Ed. Aguilar, 2007
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